3 de febrero de 2010
Así como también en esos meses me convertí en esclava de sus deseos, de sus caprichos. Estaba despertándose en mí la locura del amor. Un síntoma en particular era la consecuencia más irrefutable: pérdida de interés de vivir por/para otra persona diferente de él. Porque él era mi Dios, porque él tenía el poder de salvarme y, a la vez, destruirme en tan sólo un segundo. Podía quebrarme así como también podía sanar la herida que, inconscientemente, había abierto. Él era todo, todo lo que me quedaba.
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