1 de febrero de 2010

Él era mi adicción. Yo era su pasatiempo. Era su juguete, medio estúpido y obeso, pero lo entretenía. Le agradaba ser lo más importante para alguien, tener mi vida en sus manos, porque por más que se hiciera en desentendido lo sabía, desde la primera caricia lo supo, que una mina como yo a la que hacía sentir una reina por hacerle creer que la amaba, lo adoraría incondicialmente. Quererlo me sacaba todo, pero me devolvía la vida. Estar cerca de él era como estar en el paraíso más ardiente. Me dolía, me quemaba, me destrozaba. Pero volaba, era libre. Libre de mi propio infierno. Con él, no me dolian los defectos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario