3 de febrero de 2010

La pasión por él me ahogaba, no me dejaba vivir. Lo único que quería era amarlo y que él me amara como yo necesitaba, que no me hiciera sentir usada. Él era el dueño absoluto de mi cuerpo y de mi mente, y yo un títere al que movía a su antojo, y que quedaba deshilachado y con el cuerpo flojo cuando no lo tenía cerca. Quería que tubiera más tiempo para pasarlo conmigo, para saber de mí.
Sabía que tenía que alejarme para calmar mi dolor, para calmar mi obsesión, pero no podía, porque él era mi oxígeno y sin él moría. Sentía dentro de mí una mezcla de amor con temor. Temor de no verlo nunca más y, a su vez, temor de poder decirle adiós. No tenía opción, me hacía mal estar con él, pero también me hacía mal no tenerlo cerca. Me había aferrado a la única persona que me mantenía viva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario